Una razón por la que no comentaba que estaba escribiendo un libro, aparte de que contar eso me hacía sentir un tanto insufrible, era que no podía explicar de qué se trataba. No es que no conociera mi propia historia. Tenía ideas, escenas y personajes de quienes quería hablar, pero no podía describirlo como un todo. Hasta que lo terminé. Entendí el texto que había escrito hasta que lo terminé.
Tiempo después escuché a Margaret Atwood decir que, efectivamente, los temas de una historia se ven con claridad hasta que terminamos de escribirla.
Digo esto como ruta escénica para contar que en Adarve, la editorial detrás de “En caso de avistar monstruos marinos“, me hicieron una entrevista cortita. Fuera de la sinopsis en la contraportada, esta fue la primera vez que pude articular de qué se trata el libro:
La sensación de que se acaba el mundo pero hay cosas más urgentes de las que ocuparse. Son varias historias en una, en realidad, porque estamos hablando de personas que crecieron juntas; cada una arrastra una estela de problemas y fantasmas que involucran a los demás. El trauma no persigue a un solo personaje, las convicciones de otro personaje salpican al resto. También entre las páginas hay un volcán, muchos libros, animales salvajes y ocasos en la playa. Aunque la premisa suena un tanto catastrófica, y catástrofes hemos tenido de sobra este año, esta es una historia sobre solidaridad y pequeñas victorias. Espero que el libro, sobre todo en estos tiempos de angustia, le ofrezca un rincón reconfortante a quienes lo lean.