El día después de publicar la entrada previa, fui a un pueblo costero. La primera vez que lo visité, hace casi once años, llegué a un restaurante a la orilla del mar. Ese restaurante tenía una escalerita para bajar a la playa, conveniente para ir a caminar después de una gran comida. Fui varias veces en los años siguientes. Estas dos fotos son de esa primera visita:
Esta semana decidí ir de nuevo, después de muchos años. Si ha leído MM, sabrá para dónde va esta historia; si no lo ha leído, nadie es perfecto. La cosa es que seguí el camino de tierra que llevaba al restaurante y para mi sorpresa me encontré con una casa abandonada. Un rótulo que iniciaba con “porque la naturaleza así lo quiso” indicaba que el restaurante estaba ahora unos metros más allá, subiendo por la colina.
Lo que había sido el restaurante original era ahora un montón de ruinas y la playa que conocí hace casi una década ya no existe. También parece cuestión de tiempo que a esa colina se la lleve la erosión de la costa. Pues sí, la naturaleza así lo quiso y quiénes somos nosotros para llevarle la contraria.